martes, 1 de diciembre de 2009

QUÉ PASO ACA????

miércoles, 2 de septiembre de 2009

magias parciales de la costanera

lunes, 31 de agosto de 2009

Deambular heavy

El concepto de archiescritura remite a una escritura sin origen pero originaria, no una escritura que representa en grafismo lo que una voz parla sino una escritura instituyente, tan lenguaje primigenio como el balbuceo de un nene. Pienso en una escritura del deambular en el modo en que una pierna sustituye a la anterior en la delantera del caminar, en cómo la vista se sacude, los brazos se mecen para equilibrar o para expresar. Una escritura del deambular también contempla las reacciones a los olores propios y ajenos, a la proxémica de los cuerpos de los otros y sus extensiones: bolsas, carros, siliconas, maletas. Acelerar el paso cuando no se tiene prisa, por ejemplo, es una marca de estilo, del mío. La fuerza que implica generar mayor velocidad me satisface por el solo hecho de ser innecesaria y desgastante, comienza la terapia endureciendo los glúteos y abdomen, después muslos, pantorrillas y siguen las falanges y tobillos; la pierna casi no se articula y como soldada arranco dura, derecha, escribiente de rectas. Esta escritura es de una sola noche, pero está claro que es mi yeite clásico de autodefensa: cuando el afuera me atemoriza: agarrate vos de afuera porque me vas a tener miedo. En la arquitectura del deambular también opera el rostro, no es lo mismo caminar mirando hacia los pies y las grietas de la vereda que hacerlo con la vista opacada asegurándose claridad sólo en el destino. Esta mirada que de tan dura es inmirable mete miedo, cada vez que la pongo pienso sin palabras que el otro ve en mi rictus a una persona que está tan decidida por llegar que no se anima a estorbarle la vía. Meto miedo con mis piernas tensas y mis manos enroscadas en las tiras de la mochila, con la cara de espantamiedos y la palabra floja: permiso, cuidado, no me hables. La escritura de mi deambular nocturno a través de la plaza de Once no tiene origen, apenas reminiscencias a mis épocas de adolescente, cuando tampoco tenía miedo en el paso. Tomaba colectivos ente las 11 y las 12 de la noche hasta la casa de M. que quedaba a 4 cuadras de la parada. Tomate un taxi, ni en pedo, voy en bondi. Esas cuatro cuadras en la oscuridad de los faroles soportados por troncos mapuche que tronaban electricidad, una jauría de perros que luchaban por cualquier cosa -qué cosa, yo no sé por qué cosas luchan los perros-, y el destino inmóvil, el destino casa, seguridad, el destino meta como una cima es cima y ya. Hasta ahí, siempre una escritura deambulatoria que se construye con los medios de a bordo, ¿cuáles? Pues el cuerpo, la voluntad y el olvido.

De Once a casa, las cuadras de mi fundación como terrorista del deambular. El olor es nauseabundo y yo soy todo lo margen de ese olor que se pueda, en mí comienza la esperanza de Once, en mi escritura se abre un infinito de salubridad para mi barrio. No soy una chica que ofrece su cuerpo como mercancía, pero oh sí que me confunden con ellas, cuánto les pagaría a la negra, a la de Lanus, a la del top y la de las tetas exuberantes por tomarme unos mates con ellas, o esa latita de Quilmes tuberculosa, nada, no pago por hablar, pero quién te dice alguna noche de archiescritura irrumpa en mí una voluntad de amistad con ellas que son como fantasmas del paisaje y les pague, incluso con mi cuerpo. Total yo me invento.

Sobre Rivadavia un conserje de un telo me sacude con la mirada, él está sentado en un banquito de barra de bar agenciando de portero del telocabaret, yo paso con mis piernas militares y mis botas acharoladas, el pelo como algodón rosa de zoológico y mi insipiente sudor frío, voy rápida, rauda, feroz, meto miedo, como siempre de viaje: de viaje estamos en la ruta en la búsqueda de una casita rodante que camufle el desamparo: así yo esta noche cuando a los pocos metros del telo los pibitos paqueros, chorros de la luna, me abrieron paso tras cesar con sus pantomimas lúmpenes y ni mu ni chi me dijeron porque yo les escribía desde la distancia de mi semblanza que acá iba cargada de violencia extrema, lista para matar al que me quisiera sobrepasar, entonces ni mamita qué conchita ni te voy a llenar de leche ni mi amor y tantos otros piropos que la mujeres recibimos solo por ser mujeres, se abrieron las aguas de los pibitos rateros así como si fuera yo aceite caliente en una calle de agua estancada.

Mi escritura del deambular de recién contempló también pensamientos. Cuando pasé junto a los desechos de Mc Donalds pensé sobre una nausea en escribir cómo a alguien que odiaba le hacía pasar la cara por los restos que quedaban de basura de ese local gastronómico que me causa gastritis con solo imaginar los colores de su logotipo, no aboceté ninguna cara conocida, solo una X odiada pasando su jeta por las big mac mordidas, las lechugas amarronadas, los papeles del baño y ese olor a patio trasero del imperio. Habrá sido mi deambular archipoderoso empoderador que me obligó a buscarme un enemigo allí donde no hace falta que lo haya, porque vamos, no es que mi estrafalaria pose guerrera luche contra un particular, no no, mi lucha en esta escritura es contra el lugar del miedo que tengo en mi interior. ¿A qué le temo? A mi debilidad, a romperme la integridad, ellos paqueros, ladrones, ellos que secuestran son los móviles pasajeros de un miedo eterno: perderme para mí.

Por eso mi deambular escribiente de selvas urbanas plagadas de guerrilleros de la posición sediciosa: ellos son tan yo que les temo. ¿Para qué escribo? Para alejar la muerte.

Qué triste pensar

Qué triste pensar
que vas amar a otra persona como aquella de la que te enamoraste por primera vez
o
qué triste pensar que van a amar a otra persona como te amaron a vos?

El mito de la media naranja

Por - Partido Obrero Revolucionario.

La boca me ardía, llagada de ácido, en plena edad en que la oralidad pulsionaba. Era el noveno gajo que probaba en busca de vaya a saber qué, el ex-centro, alguna pepita de oro, saciar la sed, vivenciar mediante el gusto un pH bajo. Pero la foto sepia no me deja apreciar cuál era la causa de ese fervor con que le daba de a chupones, de a dentelladas, de a sobadas a la naranja, mirando a cámara y llorándole al fotógrafo. Tal vez las ansias de amor depositadas en esas tajadas, o la necesidad de apagar un deseo calenturiento con el jugo cítrico. De todas formas, nada de eso importa, lo que viene al caso es mi pasión temprana por el fruto con nombre de color holandés.

Fue un día de mi adolescencia cuando tía Raquel me contó acerca de la media naranja. Dijo que me veía solo, encerrado, literal, onanista y que necesitaba salir de la ermita de mi cuarto para conocer alguna purretita que me moviera el piso, según sus palabras textuales. Yo pasaba el día leyendo diccionarios y escribiendo odas al fruto del naranjo en hojas canson del mismo color. Tía debe haber pensado que contándome lo de la media naranja iba a picar como trucha con mosca. Y la verdad es que era un buen cebo. De hecho años más tarde la felicité por su astucia, aunque ella ni se mosqueó ni abrió la trucha.

–Tulito [así era el diminutivo de mi nombre], tenés que hacerte señor, dieciocho años y el pescado sin vender. Te voy a contar algo, necesitás encontrar a tu media naranja. Tu media naranja es como esa personita en la que vos pensás, y ella al mismo tiempo piensa en vos, o sea, en su media naranja, que serías vos, Tulito. O sea, es el amor de tu vida en reciprocidad. Pero para lograr eso hay que trabajar –dijo, y me entregó una mitad de naranja, la que tomé como amuleto, como mito fundante de mi nueva cosmovisión. Estaba decidido a escribir una nueva página del evangelio.

Y los rituales comenzaron. Al otro día salí a buscar la otra mitad, obnubilado, sin darme cuenta del sentido metafórico de la frase hecha. ¡Y qué hechura! Toda mi vida había sido extremadamente literal y el amor (masc., porque soy bien macho) para mí era el sentimiento de inclinación hacia lo que agrada y se desea gozar. Como una media naranja. Como una purretita.

Mi primer acercamiento con el sexo opuesto con alguna intención que trascendiera el besito en la mejilla fue una chica que se llamaba Sandra. Pero me dejó escandalizada en la primera cita, cuando le mostré mi media naranja y clamé lacrimógeno de emoción por la suya, para ver si se ensamblaban en coito frutal y posterior casamiento, hijos, nietos y panteón compartido. Después de ese fracaso rotundo, tía me dijo refunfuñante que no era cosa de encontrar la otra media naranja de un día para el otro. Con ganas de evitar otra frustración, me puse a buscar soluciones.

Así, y por indicaciones de mi diosa-tía, aprendí un poquito más sobre la lengua, la ideología y el mito en autores como Jung y Althüsser. Tenía que encarar los próximos encuentros con un poco más de vuelo en el diálogo, exceder el significado que creía incólume y fijo para siempre, pero siempre intentando encajar en el puzzle; y con garrote, para llevarme la hembra a la cueva y que no saliera más nunca. Pero lejos estaba de ser un iconoclasta con respecto a la redondez naranjal. La segunda muchacha, Valeria, resultó ser un fiasco. Tenía labios como gajos de mandarina y no estaba a la altura prevista de mi arquetipo jungiano. Y la dejé yo, aprovechando para tomarme revancha con el género femenino por el plantón de naranja lima de Sandra.

La tercera purretita, Eva, pintaba para casorio por iglesia maradoniana: sexo salvaje, seso primitivo y civilizada fanática de La naranja mecánica. Pero tenía a sus tocayas en el altar de otro templo. A Evita como líder y a las manzaneras como ejército frente al que se cuadraba. Su tip era la deliciosa de 8,50 el kilo, mucho glamour la chonga. Tanta Eva y tanta manzana que quedé como un Adán Perón cualquiera, secundado como costillita de cerdo a la riojana, y de postre manzanas del árbol prohibido hasta el vómito de compota, con la hoja de parra para taparme el miembro en clara disposición censora del demiurgo, que todo lo dicta y todo le dura. Cuestión que seguí un poco haciendo fachada, bancando la situación hasta que me hartara, hecho que sucedió el día que Eva me fajó con el dorso endosado de su mano. Me puso la firma y me mandó cobrar. Qué humillación… En ese punto yo ya era como la manzana del Guillote Tell. Y la apertura de mundos significantes paralelos me permitió empezar a hacer comparaciones a diestra y siniestra. Pero sobre todo, me permitió entender que el amor no podía encadenarse y eternizarse entre dos cachos de fruta así como así. Y más todavía cuando leí a Roland Barthes. Un auténtico mito muriente.

Yo sabía que este hijo de puta de Barthes la tenía. Imagináte que a una de las mejores marcas de teclados le pusieron su nombre. ¡Qué metonímico! O pensá que se murió atropellado por un camión de una lavandería parisina (lo limpiaron). ¡Qué metafórico! En fin, un día leo Página/12 y veo que hay una nueva sección que se llama Mitologías, muy pro, muy gre, muy a la avant, muy sicobolch, y casi en simultáneo veo en la vidriera de una librería un librito de Barthes que se llama como la sección. ¡Qué analogía! Me lo devoré, imposible resistirse a esa tapa de color naranja; pero antes lo leí, claro. Y valía la pena tragarlo y embriagarse de tanta celulosa y tanta sapiencia. Ahí entendí que Raquel no era más que una tía; y la media naranja, un bolazo. Vi lo del mito (la mitad de naranja), me percaté del sistema segundo que el mito constituía (Eva mitificada tapaba mi literalidad), supe de los vericuetos de la lengua y del mito como pura forma, y con contenido cristalizado en frases hechas. Es decir, mucho ruido y pocas nueces. Es decir, una maraca muda. ¡Qué oximorónico!

Uno de mis últimos pasos para la desmitificación del par naranjal como amor ideal e inalienable, fue formar una multitud compañera y trotskista, cambiar mi nombre y mi condición de individuo y conformar un sujeto colectivo-partido (a la mitad, per codere). La moraleja a la que llegamos es que la media naranja es artificial y el mito es una forma (semiesférica). Por ende, la media naranja es un mito. Después de tamaña inferencia tiré mi mitad de naranja, ya blancamente enmohecida por los años de desamor, y me fui a escabiar con los pibe.